lunes, 19 de marzo de 2012

La Voz Nª 10....Sobre la tragedia de Once.

Sobre la tragedia de Once
El 22 de Febrero pasado 51 laburantes se levantaron muy temprano para tomar el tren que los llevaría a su lugar de trabajo. Seguramente, ese día, ellos y tantos otros debieron viajar apretadísimos, sofocados, con dolores en el cuerpo por estar un buen rato sin poder moverse, con hormigueo en las manos por tener los brazos aplastados, entre otras aflicciones que día a día ponen a prueba los nervios de cualquiera. Pero, como es sabido, estos 51 compañeros no llegaron a trabajar ese día. La historia es conocida, los frenos fallaron y sumado a que lamentablemente no fue feriado como hubiese preferido el ex secretario de transporte Juan Pablo Schiavi, ocurrió la tragedia. Podrán hablar de los frenos, de un posible error humano, del paragolpes del andén y de todos los atenuantes que quieran, pero lo que este hecho pone en evidencia a cada momento es la corrupción.
La empresa TBA manejada por Cirigliano y sus secuaces recibe subsidios millonarios por parte del Estado nacional, sin embargo el estado del ferrocarril en cuanto a servicio e infraestructura es deplorable e indignante. Es evidente que la empresa concesionaria se apropia en su beneficio de los subsidios otorgados por el Estado con el dinero de los impuestos que pagamos los trabajadores. Pero además hay que tener en cuenta que el Estado debe controlar cómo la empresa invierte los subsidios que recibe, a través de distintos organismos como la Secretaría de Transporte o la CNRT. Entonces, si luego de más de 15 años de privatización hemos llegado a este contexto de abandono y múltiples irregularidades, o bien estamos frente al colmo de la incompetencia, o bien, lo que es más probable, esos organismos son cómplices de la empresa. Por lo tanto, el gobierno nacional no puede desentenderse de las responsabilidades que le corresponden en esta situación como intentó hacerlo al presentarse como querellante en la causa judicial.
A su vez, tampoco debemos olvidar que todo esto no hubiese sido posible sin el consentimiento de una burocracia sindical que durante mucho tiempo ha permanecido en silencio sobre esta realidad que sucedía frente a sus narices y se ha ocupado de desmovilizar a los trabajadores. Afortunadamente, los compañeros del Sarmiento hoy están de pie y organizados, desde hace un buen tiempo vienen denunciando a TBA y sus políticas de vaciamiento que privilegian intereses económicos por sobre las necesidades de quienes trabajan y viajan en el tren.
Para entender de qué calaña es la empresa de los Cirigliano, cabe recordar que en el año 2000 organizaciones de consumidores la denunciaron por discriminación, ya que el servicio del Sarmiento, que conecta la capital con la zona Oeste, de bajos recursos económicos, se brindaba con trenes sin vidrios, sin limpieza, con asientos y puertas rotas, mientras que al mismo tiempo, la línea Mitre también a cargo de TBA, que conecta la capital con la zona norte donde algunos barrios son de mejores recursos económicos, brindaba su servicio con algunos coches con aire acondicionado, espacio para discapacitados, apoya brazos, respaldos acolchados y cestos de residuos.
Es que la patronal no sólo explota a la clase trabajadora, sino que además la desprecia, los frenos fallaron por la falta de inversión en el mantenimiento de los coches, y en este caso no se trata de grandes inversiones estructurales, sino de la mínima inversión necesaria para garantizar algo tan elemental como que los trenes frenen. Los empresarios, en su desmedida ambición privilegian las ganancias por sobre las mínimas condiciones de seguridad y dignidad. No se conforman con explotar a la clase trabajadora sino que ni siquiera respetan su vida. No respetan la vida. Porque hay que entender que estas 51 personas, los más de 600 heridos, y podemos extenderlo a todos los usuarios del transporte público en general, no son simplemente números, cada uno de ellos forma parte de una familia, hay gente que los quiere, tienen sueños y proyectos, cada día se esfuerzan por alcanzarlos, representan su motivación para ir a trabajar y, de un plumazo, por la inescrupulosidad de los empresarios y un Estado a su servicio, todo eso se pierde.
Si hablamos de respetar la vida, es ineludible hacer un comentario sobre una historia aparte en esta historia de negligencia y desidia. Lucas Menghini Rey estuvo desaparecido dos días luego de finalizado el rescate y fue encontrado entre los fierros retorcidos de la formación chocada. Fue la gota que rebalsó el vaso, fue una falta de respeto a todas las víctimas, sus familias, y a toda la clase trabajadora que utiliza el transporte público. Los pasajeros del tren que volvían a sus hogares luego de trabajar, comenzaron a reunirse espontáneamente en la zona de los molinetes de la estación de Once al grito de “que se vayan todos” y, en ese momento, la misma policía que tardó dos días en encontrar al pibe que estaba muerto dentro del tren que estaba custodiando hizo lo que mejor sabe hacer, aquello para lo cual existe como institución: reprimir a la clase obrera.
Pues bien, ¿qué debemos hacer entonces? la respuesta la anticipamos en La Voz del mes de diciembre, nuestra tapa decía “Los patrones reprimen, los trabajadores nos organizamos”. Es momento de dar una lucha muy importante en lo que respecta al Sarmiento en particular y al transporte en general. Siempre que se habla de la posible quita de subsidios a este servicio, enseguida se plantea la necesidad de aumentar el pasaje, entonces las opciones se reducen a “lo paga el Estado” o “lo pagan los trabajadores”, con lo cual quedan garantizadas las ganancias de la empresa. Por lo tanto, es tiempo de que los laburantes que trabajan o viajamos en el transporte público pongamos en cuestión estas ganancias, pongamos en cuestión que una empresa privada explote un servicio público, y emprendamos la lucha por la reestatización del mismo, con nuestra participación en su gestión y administración. Sólo así podremos acabar con la desidia y la corrupción,  poner al ferrocarril al servicio del pueblo trabajador, con plena conciencia de que quienes viajamos somos ni más ni menos que seres humanos.

La Voz de los Laburantes

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